Tal vez la esencia de una vida honesta sea la transparencia. Es decir, el que las intenciones y motivaciones de nuestras acciones sean claras y visibles para cualquiera, que nuestras vidas sean consecuentes con nuestras palabras. Es eso lo que da tranquilidad de conciencia. No es tanto el ser virtuosos en extremo, sino el no tener intenciones ocultas o dobles en lo que hacemos. Por eso es que hemos considerado de tanta gravedad las actitudes y el talante con que se manejan las cosas en Fedesquash: porque las intenciones de sus directivos son diferentes de lo que pretenden y anuncian. Por eso las falsificaciones y trampas permanentes. Por eso los engaños y mentiras. Por eso ese ambiente oscuro y sórdido, esas barras agresivas, ese aire pesado que se respira en los torneos nacionales que organiza Fedesquash a pesar del esfuerzo de algunos directivos por ser amables. Por eso la desconfianza permanente de la gente hacia ellos.
Cuando uno llega al nivel competitivo de cualquier deporte uno llega lleno de confianza en las personas que dirigen los entes rectores. Por ninguna parte se le ocurre a uno que alguien pueda estar utilizando las cosas para beneficio personal. Por eso hemos sido los primeros sorprendidos a medida que se han ido destapando las trampas y engaños de personas a quienes habíamos aprendido a querer y admirar por su trabajo desinteresado en pro del squash. ¡Qué ingenuidad la nuestra! Qué gran sorpresa la que nos llevamos al descubrir las mentiras de Carlos Espinal, los desvíos de dineros de Raúl Vargas, las manipulaciones permanentes de Sergio Rodríguez y de Martha Luz Vega, la forma como han manejado y siguen manejando el squash colombiano como una finca personal donde ponen y quitan, donde son ellos quienes nombran y desnombran a su acomodo, donde excluyen a quien les provoca, donde van corrompiendo a quienes se acercan con deseos de servir, enseñándoles su propia y oscura manera de hacer las cosas.
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