DEL SQUASH Y LA TRAMPA

No es un tema menor, este de la aplicación del reglamento disciplinario, del código de conducta y demás. Y esta es una parte fundamental de la tarea que le compete al nuevo Comité Ejecutivo de Fedesquash, si es que se quieren enderezar y limpiar las cosas de verdad.

Y no es un tema menor por dos razones: una, porque esta vez va a afectar a TODOS. No solo a los dirigentes sino a jugadores, entrenadores y padres. Dos, porque existe una costumbre contraria, como dice Paulo C. en su comentario. Llamémola como corresponde: una costumbre tramposa. Sí, los jugadores son los mismos jueces, así que unos y otros se tapan con la misma cobija, que no es solo la de la ignorancia sino la de la mala intención. En el squash a nadie le importa hacer trampa... con tal de ganar. En el squash existe un reglamento que no se aplica o se acomoda a conveniencia, por ignorancia o mala intención. Pero no existe un código ético y esto se ve no solo en los dirigentes (ya lo hemos visto) sino en casi todos los jugadores. Y digo casi porque hay excepciones, pero en lo que a mí toca en tantos años de squash, solo conozco dos: Miguel Angel Rodríguez y Nano Samper. De resto... no digamos nombres porque no cabrían aquí.

Existe el caso de un jugador de squash (no digo el nombre por respeto, más que a él, a su familia), no de los mejores pero sí de buen nivel. De niño era un pequeño caballero, pero no ganaba. Empezó a gritar, empujar y demás y empezó a irle bastante bien. Luego se cansó del squash y se pasó a jugar golf con muy buenos resultados. En muy poco tiempo empezó a disputar primeros puestos. Parecía tener un talento innato para un deporte tan difícil como el golf, hasta que decidió aplicar el código ético del squash en el golf: es decir, comenzó a hacer trampa. Tarjetas mal apuntadas, golpes que no se contaba, el lie de la bola mejorado con el pie, etc. Comenzaron entonces las sanciones. Luego las descalificaciones. Y luego algo peor: sus propios compañeros empezaron a hacerlo a un lado. No querían jugar con él por tramposo y corrió la bola. Un talento desperdiciado sin lugar a dudas. Es que en el golf no quieren a los tramposos. Tal vez él no lo sabía porque venía del squash... y allí las cosas son distintas.

En golf suceden cosas como estas: un jugador firma y entrega su tarjeta. Se va para la casa y cuando mira por internet los resultados se da cuenta de que en su score aparece un golpe de menos. ¿Qué hacer? Quedarse callado es hacer trampa y aunque nadie más lo sepa, él lo sabe. Por otra parte si dice algo lo descalifican. No podría jugar más el torneo. Pues nada, que al día siguiente se presenta y se autodenuncia. No fue su intención contar un golpe menos, pero la única forma de que esto quede claro es decirlo. Sin ninguna duda hasta ahí le llegó el torneo, así haya viajado desde otro continente. Es la ley y es el reglamento, y esconder lo sucedido... no sería de caballeros. NO SE PUEDE. Sale descalificado del torneo pero con la frente en alto. Lo he visto suceder más de una vez.

En cambio en el squash, es triste, pero la trampa vale. La trampa, el grito, el irrespeto, el empujón aleve, las barras destructoras, la agresión al árbitro, la petición permanente de lets y strokes provocados o fingidos, los padres agrediendo al otro jugador al terminar el partido. TODO VALE, diría Mockus, con tal de ganar.

Ahora, si lo pienso, yo no haría negocios con este muchacho del que hablaba cuando crezca.

¿Ustedes sí?

¿O será que el squash es tan solo un reflejo de la situación moral de nuestro país?